Disfrutar es algo muy serio
Disfrutar ha tenido mala prensa durante siglos. Al menos en ciertas épocas y en algunos foros. Algunos filósofos creían que abrirse a los disfrutes de la vida implicaba asumir una filosofía hedonista. Los placeres son la puerta de entrada a las pasiones y a su descontrol, alertaban otros. Algunos pensadores, en un intento de salvar al menos una parte de la capacidad de disfrutar, diferenciaban entre los placeres superiores -placeres estéticos, placer de razonar, de aprender-, que consideraban edificantes, de los placeres inferiores, siempre cuestionados.
Dentro de la propia psicología, durante años se ha mirado con recelo a quién investigaba sobre el disfrute como si hubiera temas mucho más importantes y dignos de ser investigados. Disfrutar, al fin y al cabo, se consideraba un lujo. Pero al contrario, lo que las últimas investigaciones han descubierto es que disfrutar no es un lujo sino una necesidad. Como ahora comprobaremos, el nivel de emociones positivas de una persona es en realidad un ingrediente esencial que puede determinar un funcionamiento saludable a nivel psicológico e incluso a nivel físico. Es posible que algunos filósofos al oír esto se revuelvan en sus tumbas.
Muchos estudios sobre los efectos de las emociones positivas se realizan en los laboratorios de las facultades de psicología. Es interesante comprender el proceso: Se separan aleatoriamente dos grupos de participantes de forma que tanto en uno como en otro hay un número
similar de alegres, de pesimistas, de afectados por un problema…etc. Lo más importante, mientras que a unos se les activa un estado de ánimo positivo (con música por ejemplo), al otro se les mantiene en un estado neutral (con una música más neutra). A continuación los
participantes de ambos grupos realizan una o varias tareas. Si el grupo positivo se comporta de una forma más optimista o más creativa, podemos concluir que ese efecto es derivado de la emocionalidad positiva que hemos activado previamente. De ahí que a partir de estos estudios podamos llegar a conclusiones bastante fiables sobre los efectos de la emocionalidad positiva.
Lo más curioso es que en ocasiones es al salir el participante del laboratorio cuando comienza realmente el experimento. Y lo importante sucede en el hall contiguo a los laboratorios. Como cuando un alumno compinchado con los experimentadores se hacía el encontradizo con los participantes en los pasillos de la Universidad de Michigan y les pedía dinero para fotocopias. En este caso trataban de comprobar que los
participantes con emociones positivas se mostraban más altruistas que los del grupo neutral.
Disfrutar no es un lujo sino una
necesidad. El nivel de emociones
positivas de una persona es en
realidad un ingrediente esencial que
puede determinar un funcionamiento
saludable a nivel psicológico e incluso
a nivel físico
En conclusión, varias decenas de experimentos realizados en los laboratorios de Maryland, Cornell, entre otras universidades, han mostrado que la emocionalidad positiva tiene propiedades sorprendentes. Como el hecho de que la amplitud visual sea mayor tras activarse un estado de ánimo positivo. Lo cual explica por qué las personas alegres también tienen en mayor grado un pensamiento lateral y son más creativas a la hora de resolver problemas. Los momentos de disfrute nos permiten tomar distancia de los problemas, y nos vuelven más comprensivos con nosotros mismos y con los demás. Una experiencia positiva es un antidepresivo natural, y aquellos que tienen hábitos sólidos de disfrutar de las pequeñas cosas toleran mucho mejor la adversidad, y muestran mayor resiliencia. Lo pequeño que se suma a lo pequeño, el poder del disfrute. En su justa medida, por supuesto.
Algunos disfrutan del primer café de la mañana, otros del olor del perfume o de la tierra mojada. A algunos les gusta abrazar, otros se mueren por una buena película, o por un día soleado. Lo importante es pararse y respirar hondo, pararse para saborear.
Pero cuidado, que aprender a disfrutar a veces lleva tiempo: Saborear un buen vino, apreciar la música o saber dejarse impactar por un Kandinsky -pintor ruso que comenzó a explorar el arte abstracto-, requieren un entrenamiento. A veces hay que invertir tiempo y dinero para que otros nos guíen en el proceso. Los padres a veces no se dan cuenta de lo importante que es inculcar en sus hijos la capacidad de apreciar la belleza que nos rodea ya sea en un cuadro, en plena naturaleza o, por qué no, en una jugada futbolera de tiralíneas del crack de turno. Incluso se puede disfrutar de lo invisible, como nos mostraba Amelie.
Queridos Platón, Kant, Spinoza, Descartes, tomad nota, ahora lo sabemos: disfrutar es algo muy serio.
AUTOR:
Gonzalo Hervás
Universidad Complutense de Madrid
Presidente de la Sociedad Española de Psicología Positiva