Cómo comemos y bebemos en situaciones de adversidad
La situaciones extraordinarias de adversidad, como por ejemplo el confinamiento por la pandemia, suelen generar emociones desagradables porque algunas de nuestras necesidades psicológicas básicas (interpersonales, de seguridad, de autonomía, etc.) se ven amenazadas. Por ejemplo, podemos sentir miedo debido a la inseguridad que produce un potencial hecho negativo, incertidumbre por no saber cuándo terminará, o tristeza o frustración por sentirnos aislados o sin margen de acción.
A veces nos cuesta gestionar esas emociones, y tratamos de buscar atajos como por ejemplo… intentar no sentirlas. Una de las vías para tratar de conseguir apartar lo que sentimos es a través de la comida y la bebida. Veamos por ejemplo los datos de lo sucedido en el primer confinamiento estricto en la primavera de 2020. Según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, entre el seis y el 12 de abril de 2020 las compras de vino aumentaron en un 73,4%, las de cerveza un 86,5% y las de bebidas espirituosas un 93,4% en comparación con esa misma semana de 2019. Con la alimentación pasó algo similar. Las levaduras y harinas se agotaron y los frutos secos y snacks aumentaron también de forma considerable sus ventas.
¿Por qué sucede esto? El alcohol actúa sobre mismos receptores cerebrales que los ansiolíticos, generando, cuando lo consumimos de forma una sensación de relajación que nos aleja de las sensaciones propias de la ansiedad.
Cuando el consumo de estos productos es moderado, como concesión de disfrute enmarcado en una situación puntual, o con un objetivo claro de ocio, similar al que teníamos en la “antigua normalidad”, puede ayudarnos a sobrellevar mejor el confinamiento, facilitándonos momentos de disfrute y bienestar. No hay que olvidar que los expertos recomiendan reducir al máximo el consumo de alcohol para reducir efectos negativos a largo plazo en la salud. Además, es igual o más importante que sepamos diferenciar ese consumo de ocio de aquel que está directamente relacionado con un intento por apartar o desconectarnos de nuestras emociones desagradables.
Cuando sentimos las emociones desagradables de manera intensa y realizamos un consumo emocional de alimentos o de alcohol para escapar de las sensaciones incómodas que nos producen esas emociones y no por hambre o con un objetivo de ocio, se están consolidando sin darnos cuenta comportamientos poco saludables que pueden automatizarse. En algunos casos, lo que empezó siendo una estrategia puntual para sentirnos mejor acaba convirtiéndose en un problema psicológico difícil de manejar y que requerirá ayuda profesional.
¿Cómo prevenir estas situaciones? Veamos algunas pautas que pueden ayudar:
-Abrirnos a sentir las sensaciones que las emociones nos traigan es el primer paso para no caer en la evitación emocional. Entender que es normal que nos sintamos así y tratar de dejar fluir las sensaciones desagradables durante un rato no muy largo pero de forma cotidiana si así lo necesitamos.
-Diferenciar si comemos de forma emocional o por hambre fisiológica es otro aspecto fundamental para poder mantener hábitos saludables con respecto a la alimentación. El hambre emocional es urgente, repentina y habitualmente nos pide alimentos específicos (especialmente dulces o patatas fritas). Cuando el hambre es fisiológica es mucho más gradual no necesita ser saciada de forma inmediata y nos orienta a multitud de alimentos.
-Tomar conciencia de si tenemos sensación de pérdida de control con las cantidades de alcohol y comida ingerida. Si teníamos pensado consumir ciertas cantidades de comida y alcohol que de forma reiteradas sobrepasamos, ésta será una alerta que nos indique que el consumo no está siendo saludable.
-Establecer horarios de comida en los que nos permitamos comer lo que necesitemos pero que nos impidan comer a deshora, aunque tengamos alta ansiedad. Esta estrategia puede ser una buena forma de reducir las ingestas emocionales.
-Practicar estrategias de relajación como la respiración o el ejercicio físico nos ayudará a reducir la activación de la ansiedad y el estrés sin necesidad de recurrir a estrategias inadecuadas.
AUTOR:
Gonzalo Hervás
Universidad Complutense de Madrid
Fundación Mapfre